domingo, 5 de junio de 2016

Examen final de 3º ESO

EXAMEN FINAL DE 3º ESO

LENGUA

*Dictado. En él aparecerán algunas de las palabras que hemos visto en los dictados del curso.


* Vocabulario. El que hemos visto en el curso. Para definir o para utilizar en un escrito propio.


*Resumen


*Identificar el tipo de texto (narración, descripción, argumentación, exposición).


*Léxico (denotación y connotación; metáfora; campo semántico, campo asociativo y familia léxica; tabú y eufemismo...)


*Sintaxis. Análisis de oraciones.


*Morfología


LITERATURA
*Habrá un texto para determinar el contenido (de qué habla) y reconocer algunas figuras retóricas. En el caso de poemas, también habrá que indicar la métrica.


*Por otro lado, también habrá que relacionarlo con su época y su movimiento, su autor, la obra a la que pertenece y las características de ellos que se aprecien en el texto. Para ello habrá que estudiar por el libro, por los apuntes o por las fotocopias los temas pertinentes. Las posibilidades son:

               Edad Media:
                   Un poema de lírica tradicional
                   Un romance
                   Un fragmento de épica, del cantar de gesta Poema de Mío Cid.
                   Un fragmento del mester de clerecía. (Alguno de Gonzalo de Berceo o del Libro de Buen amor de Juan Ruiz)
                  Alguna copla de las de Jorge Manrique
                  Un fragmento de La Celestina


            Renacimiento
                  Un poema de Garcilaso de la Vega
                  Un poema de Juan de la Cruz o Fray Luis de León
                  Un fragmento del Lazarillo de Tormes
                  Un fragmento del Quijote de Cervantes.

         
               Barroco
                 Un poema de Góngora o Quevedo


LECTURAS
Puede preguntarse sobre cualquier lectura del curso, pero hay que hacer hincapié en Tristán e Iseo; La isla del tesoro y El avaro.


martes, 24 de mayo de 2016

El avaro, Moliere

Dos enlaces con la obra para que elijáis el que os resulte más cómodo.




CALENDARIO DE PRUEBAS

El silencio se mueve de Fernando Marías                                                   1 punto

Literatura:  19 de mayo jueves: 3ºA
                   20 de mayo viernes: 3º B                                                          2 puntos


30 de mayo lunes: El avaro de Moliere. Examen de lectura. Hará media con el trabajo de junio.  0,5



Lengua:      2 de junio jueves: 3º A                                                              4
                   3 de junio viernes: 3º B

- Texto argumentativo.
- Resumen, comprensión y/o escribir uno similar.
- Dictado y significado de palabras determinadas.
- Léxico y sintaxis.


Trabajo en grupos sobre El avaro: semana del  7 de junio. Hace media con el examen de mayo.     0,5


Exposiciones sobre literatura: semana del 13 de junio.                                                                     0,5


Resumen sobre el teatro del siglo de Oro, desde lo oral (vídeos)                1 punto

Además:
Participación, uso adecuado de la cortesía etc...                                                                               0,5

Entrevista a Fernando Marías



http://www.anikaentrelibros.com/entrevista-a-fernando-mar-as-por-los-hijos-de-mary-shelley

http://www.hijosdemaryshelley.com/

miércoles, 4 de mayo de 2016

La poesía barroca. Culteranismo y conceptismo.

https://www.youtube.com/watch?v=tBv6KiIu9Co






















http://dndeestanlasllaves.blogspot.com.es/2013/01/una-adivinanza-de-quevedo.html






Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado, 5
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo; 10
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo! 14

miércoles, 20 de abril de 2016

Miguel de Cervantes

La vida de este autor es en sí misma interesante y novelesca.

1.  Observa los periodos en los que podemos dividirla y copia el esquema en tu cuaderno, dejando hueco en cada una para ampliarlas con las actividades posteriores

http://www.auladeletras.net/material/cervan.pdf


2 Aquí tienes los lugares que recorrió Cervantes. Anota las ciudades de su primera etapa. ¿A qué crees se debe, fundamentalmente, tanto movimiento?

 http://elpais.com/elpais/2004/12/16/media/1103167717_720215.html



3 Del apartado "autor" del siguiente enlace, extrae los datos que se te piden.

3.a) ¿Sabemos mucho de la vida de Cervantes? (Posa el cursor sobre la vela)
3.b) ¿En qué obra incluyó su autorretrato literario? (Posa el cursor sobre el cuadro)
3.c) Anota las fechas significativas que se te ofrecen en el cuadro que has elaborado en el ejercicio 1, según el periodo al que correspondan (Posa el cursor sobre el reloj de arena)



4 Leed la parte del cómic que os haya correspondido y haced un breve resumen de esa faceta. Luego habrá que exponerlo en clase.
http://cvc.cervantes.es/artes/menc/facetas.htm






4 El Quijote refleja una epoca de cambios, entre los siglos XVI y XVII, un momento de crisis en la historia de España.
a) Explica qué hechos militares y sociopolíticos suceden. ¿Qué reyes gobernaban?
b) ¿Qué valores máximos había en la época? ¿Qué tienen que ver con la Contrarreforma?
c) ¿Quiénes eran los hidalgos como don Quijote?
d) Las órdenes militares existieron realmente. ¿Qué eran?
e) La figura del caballero andante es sobre todo literaria, y se popularizó en las novelas de caballerías. ¿Quiénes eran los caballeros andantes?
f) Realiza la actividad de tres en raya y llama a la profesora.



5 OBRA
5.1 ¿Cómo se consideraba Cervantes a sí mismo como poeta?







jueves, 10 de marzo de 2016

Cuestiones

ENTREMESES


- ¿Quién es Tontonelo? ¿A qué se refiere el nombre?


- ¿Cómo reacciona el furrier ante la actitud y las palabras de los aldeanos? ¿Y estos ante su afirmación de que no ve nada? ¿Reconocen ellos que tampoco ven nada?


- ¿Cómo consiguen Lorenza y Cristina que Cañizares no vea al galán?


- ¿Cómo acaba el entremés?


viernes, 4 de marzo de 2016

"El viejo celoso"

Adaptación de EL VIEJO CELOSO de Miguel de Cervantes




Salen DOÑA LORENZA y CRISTINA, su criada, y HORTIGOSA, su vecina.

DOÑA LORENZA.- Milagro ha sido éste, señora Hortigosa, que no haya dado la vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación. Éste es el primero día, después que me casé con él, que hablo con persona de fuera de casa. Fuera le vea yo de esta vida a él y a quien con él me casó.

HORTIGOSA.- Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una caldera vieja se compra otra nueva.

DOÑA LORENZA.- Con esos y otros semejantes refranes me engañaron a mí; que malditos sean sus dineros; malditas sus joyas, malditas sus galas, y maldito todo cuanto me da y promete. ¿De qué me sirve a mí todo aquesto, si en mitad de la riqueza estoy pobre, y en medio de la abundancia con hambre?

CRISTINA.- En verdad, señora tía, que tienes razón; que más quisiera yo andar con un trapo atrás y otro adelante, y tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese viejo podrido que tomaste por esposo.

DOÑA LORENZA.- ¿Yo lo tomé, sobrina? Me lo dio quien pudo; y yo, como muchacha, fui más presta al obedecer que al contradecir; pero, si hubiera tenido experiencia de estas cosas, antes me tarazara la lengua con los dientes que pronunciar aquel sí, que se pronuncia con dos letras y da que llorar dos mil años; pero yo imagino que las cosas que han de suceder, no hay prevención ni diligencia humana que las prevenga.

CRISTINA.- ¡Jesús y del mal viejo! Toda la noche: «Daca el orinal, toma el orinal; levántate, Cristinica, y caliéntame unos paños, que me muero de la ijada». Con más ungüentos y medicinas en el aposento que si fuera una botica; y yo, que apenas sé vestirme, tengo que servirle de enfermera. ¡Puaj, viejo enfermo y viejo celoso, el más celoso del mundo!

DOÑA LORENZA.- Dice la verdad mi sobrina.

CRISTINA.- ¡Pluguiera a Dios que nunca yo la dijera en esto!

HORTIGOSA.- Ahora bien, señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le tengo aconsejado, y verá cómo se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un árbol verde; quiere bien, sabe callar y agradecer lo que por él se hace; resolución y buen ánimo: que, por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa merced y le sacaré, si bien tuviese el viejo más ojos que Argos.

DOÑA LORENZA.- Como soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, a cambio del gusto, poner a riesgo la honra.

CRISTINA.-
Eso me parece, señora tía, a lo del cantar de Gómez Arias:
Señor Gómez Arias,
doleos de mí;
soy niña y muchacha,
nunca en tal me vi.

DOÑA LORENZA.- Algún espíritu malo debe de hablar en ti, sobrina, según las cosas que dices.

CRISTINA.- Yo no sé quién habla; pero yo sé que haría todo aquello que la señora Hortigosa ha dicho, sin faltar punto.

DOÑA LORENZA.- ¿Y la honra, sobrina?

CRISTINA.- ¿Y el holgarnos, tía?

DOÑA LORENZA.- ¿Y si se sabe?

CRISTINA.- ¿Y si no se sabe?

DOÑA LORENZA.- ¿Y quién me asegurará a mí que no se sepa?

HORTIGOSA.- ¿Quién? La buena diligencia, la sagacidad, la industria; y, sobre todo, el buen ánimo y mis trazas.

CRISTINA.- Mire, señora Hortigosa, tráiganoslo galán, limpio, desenvuelto, un poco atrevido, y, sobre todo, mozo.

HORTIGOSA.- Todo eso tiene el que he propuesto, y otras dos más: que es rico y liberal.

DOÑA LORENZA.- Que no quiero riquezas, señora Hortigosa; que me sobran las joyas, y me ponen en confusión las diferencias de colores de mis muchos vestidos. De eso no tengo nada que desear: Cañizares me tiene bien vestida y con más joyas que la vidriera de un platero rico. Pero ójala no me clavara él las ventanas, cerrara las puertas, visitara a todas horas la casa, desterrara de ella los gatos y los perros, solamente porque tienen nombre de varón.

HORTIGOSA.- ¿Tan celoso es?

DOÑA LORENZA.- Digo que le vendían el otro día una tapicería a muy buen precio, y por ser de figuras no la quiso, y compró otra de vegetales por mayor precio, aunque no era tan buena. Siete puertas hay antes de que se llegue a mi aposento, además de la puerta de la calle, y todas se cierran con llave; y las llaves no me ha sido posible averiguar dónde las esconde de noche.

CRISTINA.- Y más, que toda la noche anda como trasgo por toda la casa; y si acaso dan alguna música en la calle, les tira de pedradas para que se vayan: es un malo, es un brujo; es un viejo, que no tengo más que decir.

DOÑA LORENZA.- Señora Hortigosa, váyase, no venga el gruñidor y la halle conmigo, que sería echarlo a perder todo; y lo que ha de hacer, hágalo pronto; que estoy tan aburrida, que no me falta sino echarme una soga al cuello, por salir de tan mala vida.

HORTIGOSA.- Quizá con esta que ahora se comenzará, se le quitará toda esa mala gana y le vendrá otra más saludable y que más la contente.

CRISTINA.- Así suceda, aunque me costase a mí un dedo de la mano: que quiero mucho a mi señora tía, y me muero de verla tan pensativa y angustiada en poder de este viejo y reviejo, y más que viejo; y no me puedo hartar de decirle viejo.

DOÑA LORENZA.- Pues en verdad que te quiere bien, Cristina.

CRISTINA.- ¿Deja por eso de ser viejo? Cuanto más, que yo he oído decir que siempre los viejos son amigos de niñas.

HORTIGOSA.- Así es la verdad, Cristina, y adiós, que, en acabando de comer, doy la vuelta. Vuesa merced esté pendiente de lo que dejamos concertado.

CRISTINA.- Señora Hortigosa, hágame merced de traerme a mí un frailecico pequeñito, con quien yo me huelgue.

HORTIGOSA.- Yo se lo traeré a la niña pintado.

CRISTINA.- ¡Que no le quiero pintado, sino vivo, vivo, chiquito como unas perlas!

DOÑA LORENZA.- ¿Y si lo ve tío?

CRISTINA.- Le diré que es un duende, y tendrá miedo, y yo me holgaré.

HORTIGOSA.- Digo que yo le traeré, y adiós.

(Vase HORTIGOSA.)

CRISTINA.- Mire, tía: si Hortigosa trae al galán y a mi frailecico, y si el señor los ve, no tenemos más que hacer sino cogerlo entre todos y ahogarlo, y echarlo en el pozo o enterrarlo en la caballeriza.

DOÑA LORENZA.- Tal eres tú, que creo lo harías mejor que lo dices.

CRISTINA.- Pues no sea el viejo celoso, y déjenos vivir en paz, pues no le hacemos mal alguno, y vivimos como unas santas.

(Éntranse.)

(Entran CAÑIZARES, viejo, y un COMPADRE suyo.)

CAÑIZARES.- Señor compadre, señor compadre: el setentón que se casa con quinceañera, o carece de entendimiento, o tiene gana de visitar el otro mundo lo más presto que le sea posible. Apenas me casé con doña Lorencica, pensando tener en ella compañía y agrado, y persona que se hallase en mi cabecera, y me cerrase los ojos al tiempo de mi muerte, cuando me llegaron muchísimos desasosiegos.

COMPADRE.- ¿Tiene celos, señor compadre?

CAÑIZARES.- Del sol que mira a Lorencita, del aire que le toca, de las faldas que la golpean.

COMPADRE.- ¿Dale ocasión?

CAÑIZARES.- Ni por pienso, ni tiene por qué, ni cómo, ni cuándo, ni adónde: las ventanas, amén de estar con llave, las guarnecen rejas y celosías; las puertas jamás se abren; ninguna vecina atraviesa mis umbrales, ni los atravesará mientras Dios me dé vida. Mirad, compadre: no les vienen los malos aires a las mujeres de ir a las procesiones, ni a todos los actos de regocijos públicos; donde ellas se estropean es en casa de las vecinas y de las amigas; más maldades encubre una mala amiga, que la capa de la noche; más conciertos se hacen en su casa y más se concluyen, que en una asamblea.

COMPADRE.- Yo así lo creo; pero si la señora doña Lorenza no sale de casa, ni nadie entra en la suya, ¿de qué vive descontento mi compadre?

CAÑIZARES.- De que no pasará mucho tiempo en que no note Lorencica lo que le falta; de que en sólo pensarlo lo temo, y de temerlo me desespero, y de desesperarme vivo con disgusto.

COMPADRE.- Y con razón se puede tener ese temor, porque las mujeres quieren gozar enteros los frutos del matrimonio.

CAÑIZARES.- No, no, ni por pienso; porque es más simple Lorencica que una paloma, y hasta agora no entiende nada de esas cosas; y adiós, señor compadre, que quiero entrar en casa.

COMPADRE.- Yo quiero entrar allá, y ver a mi señora doña Lorenza.

CAÑIZARES.- Habéis de saber, compadre, que los antiguos latinos usaban de un refrán, que decía: Amicus usque ad aras, que quiere decir: «El amigo, hasta el altar»; infiriendo que el amigo ha de hacer por su amigo todo aquello que no sea contra Dios; y yo digo que mi amigo, usque ad portam, hasta la puerta; que ninguno ha de pasar mis quicios; y adiós, señor compadre, y perdóneme.

(Éntrase CAÑIZARES.)

COMPADRE.- En mi vida he visto hombre más recatado, ni más celoso, ni más impertinente; pero éste es de los que siempre vienen a morir del mal que temen.

(Éntrase el COMPADRE.)

(Salen DOÑA LORENZA y CRISTINICA.)

CRISTINA.- Tía, mucho tarda tío, y más tarda Hortigosa.

[DOÑA] LORENZA.- Nunca vengan; porque él me enfada y ella me tiene confusa.

CRISTINA.- Todo es probar, señora tía; y, si no sale bien, dejarlo.

DOÑA LORENZA.- ¡Ay, sobrina! Que estas cosas, o yo sé poco o todo el daño está en probarlas.

CRISTINA.- Señora tía, tiene poco ánimo. Si yo fuera de su edad, no me asustarían hombres armados.

DOÑA LORENZA.- Otra vez torno a decir, y diré cien mil veces, que Satanás habla en tu boca; mas ¡ay! ¿Cómo ha entrado el señor?

CRISTINA.- Debe de haber abierto con la llave maestra.

DOÑA LORENZA.- Encomiendo yo al diablo sus maestrías y sus llaves.

(Entra CAÑIZARES.)

CAÑIZARES.- ¿Con quién hablabais, doña Lorenza?

DOÑA LORENZA.- Con Cristinica hablaba.

CAÑIZARES.- Miradlo bien, doña Lorenza.

DOÑA LORENZA.- Digo que con Cristinica: ¿con quién si no? ¿Tengo yo, por ventura, con quién?

CAÑIZARES.- No querría que tuvieseis algún soliloquio con vos misma, que redundase en mi perjuicio.

DOÑA LORENZA.- Ni entiendo esos circunloquios que decís, ni aun los quiero entender; y tengamos la fiesta en paz.

CAÑIZARES.- No querría yo tener en guerra con vos; pero, ¿quién llama a aquella puerta con tanta prisa? Mira, Cristinica, quién es, y, si es pobre, dale limosna y despídele.

CRISTINA.- ¿Quién está ahí?

HORTIGOSA.- La vecina Hortigosa es, señora Cristina.

CAÑIZARES.- ¿Hortigosa y vecina? Pregúntale, Cristina, lo que quiere, y dáselo, con condición que no atraviese esos umbrales.

CRISTINA.- ¿Y qué quiere, señora vecina?

HORTIGOSA.- Al señor Cañizares quiero suplicar un poco, en que me va la honra, la vida y el alma.

CAÑIZARES.- Decidle, sobrina, a esa señora, que a mí me va todo eso y más en que no entre.

DOÑA LORENZA.- ¡Jesús, y qué condición tan extravagante! ¿Aquí no estoy delante de vos? ¿Me han de comer por mirarme? ¿Me han de llevar por los aires?

CAÑIZARES.- ¡Entre con cien mil diablos, pues vos lo queréis!

CRISTINA.- Entre, señora vecina.

(Entra HORTIGOSA, y trae un guadamecí y en las pieles de las cuatro esquinas han de venir pintados Rodamonte, Mandricardo, Rugero y Gradaso; y Rodamonte venga pintado como arrebozado.)

HORTIGOSA.- Señor mío de mi alma, movida por la buena fama de vuesa merced, de su gran caridad y de sus muchas limosnas, me he atrevido a venir a suplicar a vuesa merced me haga tanta merced, caridad y limosna y buena obra de comprarme este guadamecí, porque tengo un hijo preso por unas heridas que dio, y ha mandado la justicia que declare el cirujano, y no tengo con qué pagarle, y corre peligro de que le caigan otras muchas penas, a causa que es muy travieso mi hijo; y querría sacarle hoy o mañana, si fuese posible, de la cárcel. La obra es buena, el guadamecí nuevo, y, con todo eso, aceptaré lo que vuesa merced quisiere darme por él. Tenga vuesa merced de esa punta, señora mía para que vea el señor Cañizares que no hay engaño en mis palabras; alce más, señora mía, y mire cómo es de buena la tela y las pinturas de los cuadros parece que están vivas.

(Al alzar y mostrar el guadamecí, entra por detrás dél un GALÁN; y, como CAÑIZARES ve los retratos, dice:)

CAÑIZARES.- ¡Oh, qué lindo Rodamonte! ¿Y qué quiere el señor rebozadito en mi casa? Aun si supiese lo poco amigo que soy de estos rebocitos, se espantaría.

CRISTINA.- Señor tío, yo no sé nada de rebozados; y si él ha entrado en casa, la señora Hortigosa tiene la culpa; que a mí, el diablo me lleve si dije ni hice nada para que él entrase.

CAÑIZARES.- Ya lo veo, sobrina, que la señora Hortigosa tiene la culpa; pero no hay de qué maravillarse, porque ella no sabe cuán enemigo soy de aquestas pinturas.

DOÑA LORENZA.- Por las pinturas lo dice, Cristinica, y no por otra cosa.

CRISTINA.- Pues por esas digo yo. ¡Ay, Dios sea conmigo! Me ha vuelto el ánima al cuerpo.

DOÑA LORENZA.- ¡Quemada vea yo esa lengua! En fin, quien con muchachos se acuesta, etc.

CRISTINA.- ¡Ay, desgraciada, y en qué peligro he podido ponerlo todo!

CAÑIZARES.- Señora Hortigosa, yo no soy amigo de figuras; tome este doblón, con el cual podrá remediar su necesidad, y váyase de mi casa lo más presto que pudiere, y llévese su guadamecí.

HORTIGOSA.- Viva vuesa merced muchos años en vida de mi señora doña... no sé cómo se llama, a quien serviré de noche y de día, con la vida y con el alma, que la debe de tener ella como la de una tortolica simple.

CAÑIZARES.- Señora Hortigosa, abrevie y váyase, y no juzgue agora almas ajenas.

HORTIGOSA.- Si vuesa merced hubiere menester algo para la madre, tengo cosas milagrosas; y, si para mal de muelas, sé unas palabras que quitan el dolor.

CAÑIZARES.- Abrevie, señora Hortigosa, que doña Lorenza, ni tiene madre, ni dolor de muelas; que todas las tiene sanas y enteras, que en su vida se ha sacado muela alguna.

HORTIGOSA.- Ya se las sacará, si el cielo quiere, porque le dará muchos años de vida; y la vejez es la total destrucción de la dentadura.

CAÑIZARES.- ¿No será posible que me deje esta vecina? ¡Hortigosa, o diablo, o vecina, o lo que seas, vete con Dios y déjame en mi casa!

HORTIGOSA.- Justa es la demanda, y vuesa merced no se enoje, que ya me voy.

(Vase HORTIGOSA.)

CAÑIZARES.- ¡Oh vecinas, vecinas! Escaldado quedo hasta de las buenas palabras de esta vecina.

DOÑA LORENZA.- Digo que tenéis condición de bárbaro y de salvaje; y ¿qué ha dicho esta vecina para que quedéis con la ojeriza contra ella? Todas vuestras buenas obras las hacéis en pecado mortal: le disteis dos docenas de reales, acompañados con otras dos docenas de injurias, ¡boca de lobo, lengua de escorpión y almacén de malicias!

CAÑIZARES.- No me parece bien que discutáis tanto por vuestra vecina.

CRISTINA.- Señora tía, entre y desenójese, y deje a tío, que parece que está enojado.

DOÑA LORENZA.- Así lo haré, sobrina; y aun quizá no me verá la cara en estas dos horas.

(Éntrase DOÑA LORENZA.)

CRISTINA.- Tío, ¿no ve cómo ha cerrado de golpe? Y creo que va a buscar una tranca para asegurar la puerta.

(DOÑA LORENZA, por dentro.)

[DOÑA LORENZA].- ¿Cristinica? ¿Cristinica?

CRISTINA.- ¿Qué quiere, tía?

DOÑA LORENZA.- ¡Si supieses qué galán me ha deparado la buena suerte! Mozo, bien dispuesto, pelinegro, y que le huele la boca a mil azahares.

CRISTINA.- ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! ¿Está loca, tía?

DOÑA LORENZA.- Estoy en todo mi juicio; y en verdad que, si le vieses, se te alegraría el alma.

CRISTINA.- ¡Jesús, y qué locuras! Ríñala, tío, para que no se atreva, ni aun burlando, a decir deshonestidades.

CAÑIZARES.- ¿Bobear, Lorenza? Pues no estoy yo de humor para sufrir esas burlas.

DOÑA LORENZA.- Que no son sino veras, y tan veras, que en este género no pueden ser mayores.

CRISTINA.- ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Y dígame, tía, ¿está ahí también mi frailecito?

DOÑA LORENZA.- No, sobrina; pero otra vez vendrá si quiere Hortigosa, la vecina.

CAÑIZARES.- Lorenza, di lo que quieras, pero no nombres a la vecina, que me tiemblan las carnes.

DOÑA LORENZA.- También me tiemblan a mí por amor de la vecina.

CRISTINA.- ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías!

DOÑA LORENZA.- Ahora echo de ver quién eres, viejo maldito; que hasta aquí he vivido engañada contigo.

CRISTINA.- Ríñala, tío, ríñala, tío; que se desvergüenza mucho.

DOÑA LORENZA.- Lavar quiero a un galán las pocas barbas que tiene con una bacía llena de agua de ángeles, porque su cara es como la de un ángel pintado.

CRISTINA.- ¡Jesús, y qué locuras y qué niñerías! Despedácela, tío.

CAÑIZARES.- No la despedazaré yo a ella, sino a la puerta que la encubre.

DOÑA LORENZA.- No hay para qué: vela aquí abierta; entre, y verá como es verdad cuanto le he dicho.

CAÑIZARES.- Aunque sé que te burlas, sí entraré para desenojarte.

(Al entrar CAÑIZARES, danle con una bacía de agua en los ojos; él se va a limpiar; acuden sobre él CRISTINA y DOÑA 
LORENZA, y en este ínterim sale el galán y se va.)

CAÑIZARES.- ¡Por Dios, que por poco me ciegas, Lorenza!

DOÑA LORENZA.- ¡Mirad con quién me casó mi suerte, sino con el hombre más malicioso del mundo! ¡Mirad cómo dio crédito a mis mentiras, por sus celos! Mirad en lo que tiene mi honra y mi crédito, pues de las sospechas hace certezas, de las mentiras verdades, de las burlas veras y de los entretenimientos maldiciones. ¡Ay, que se me arranca el alma!

CRISTINA.- Tía, no dé tantas voces, que se juntará la vecindad.

(De dentro.)

JUSTICIA.- ¡Abran esas puertas! Abran o las echo abajo.

DOÑA LORENZA.- Abre, Cristinica, y sepa todo el mundo mi inocencia y la maldad de este viejo.

CAÑIZARES.- ¡Vive Dios, que creí que te burlabas! ¡Lorenza, calla!

(Entran el ALGUACIL y los músicos, y el BAILARÍN y HORTIGOSA.)

ALGUACIL.- ¿Qué es esto? ¿Quién daba aquí voces?

CAÑIZARES.- Señor, no es nada; pendencias son entre marido y mujer, que luego se pasan.

MÚSICO.- ¡Por Dios, que estábamos mis compañeros y yo, que somos músicos, aquí pared y medio, en un desposorio, y a las voces hemos acudido, con no pequeño sobresalto, pensando que era otra cosa.

HORTIGOSA.- Y yo también.

CAÑIZARES.- Pues en verdad que si no fuera por la señora Hortigosa no hubiera sucedido nada.

HORTIGOSA.- Soy tan desdichada que se me echan a mí las culpas que otros cometen.

CAÑIZARES.- Señores, vuesas mercedes todos se vuelvan, que yo les agradezco su buen deseo; que ya yo y mi esposa quedamos en paz.

DOÑA LORENZA.- Sí quedaré, como le pida primero perdón a la vecina.

CAÑIZARES.- Si a todas las vecinas de quien yo pienso mal hubiese de pedir perdón, sería nunca acabar; pero, con todo 
eso, yo se le pido a la señora Hortigosa.

HORTIGOSA.- Y yo le otorgo .

MÚSICO.- Pues para que no hayamos venido en balde, toquen mis compañeros, y baile el bailarín, y regocíjense las paces con esta canción.

CAÑIZARES.- Señores, no quiero música: yo la doy por recibida.

MÚSICO.-
Pues aunque no la quiera.
El agua de por San Juan
quita vino y no da pan.
Las riñas de por San Juan
todo el año paz nos dan.
Llover el trigo en las eras,
las viñas estando en cierne,
no hay labrador que gobierne
bien sus cubas y paneras;
mas las riñas más de veras,
si suceden por San Juan
todo el año paz nos dan.
(Baila.)
Por la canícula ardiente
está la cólera a punto;
pero, pasando aquel punto,
menos activa se siente.
Y así, el que dice no miente,
que las riñas por San Juan
todo el año paz nos dan.
(Baila.)
Las riñas de los casados
como aquesta siempre sean,
para que después se vean,
sin pensar regocijados.
Sol que sale tras nublados,
es contento tras afán:
las riñas de por San Juan
todo el año paz nos dan.

CAÑIZARES.- Porque vean vuesas mercedes las revueltas y vueltas en que me ha puesto una vecina, y si tengo razón de estar mal con las vecinas.

DOÑA LORENZA.- Aunque mi esposo está mal con las vecinas, yo beso a vuesas mercedes las manos, señoras vecinas.

CRISTINA.- Y yo también; mas si mi vecina me hubiera traído mi frailecico, yo la tuviera por mejor vecina; y adiós.



"El retablo de las maravillas"

Adaptación del entremés Retablo de las maravillas de Miguel de Cervantes



Salen CHANFALLA y CHIRINOS.


CHANFALLA.- No te olvides de mis advertencias, Chirinos, principalmente los que te he dado para este nuevo embuste.

CHIRINOS.- Chanfalla ilustre, tanta memoria tengo como entendimiento, y una voluntad de satisfacerte, que excede a las demás potencias. Pero dime: ¿de qué sirve este Rabelín que hemos tomado? Nosotros dos solos, ¿no pudiéramos con esta empresa?

CHANFALLA.- Lo habíamos menester como el pan de la boca, para tocar en los espacios que tarden en salir las figuras del Retablo de las Maravillas.

CHIRINOS.- Maravilla será si no nos apedrean por el Rabelín; porque tan desventurada criaturilla no la he visto en todos los días de mi vida.

(Entra el RABELÍN.)

RABELÍN.- ¿Se ha de hacer algo en este pueblo, señor autor? Que ya me muero porque vuesa merced vea que no soy una carga.

CHIRINOS.- Cuatro cuerpos vuestros no hacen un tercio mío, ¡cómo vais a ser una carga! Como no seáis más gran músico que grande, apañados vamos.

RABELÍN.- En verdad que me han escrito para entrar en una compañía sólo para una parte, por lo chico que soy.

CHANFALLA.- Si os han de dar la parte a medida del cuerpo, casi será invisible.

CHIRINOS.- Poco a poco, estamos ya en el pueblo, y éstos deben de ser, como lo son sin duda, el Gobernador y los Alcaldes. Salgámosles al encuentro, y date un filo a la lengua en la piedra de la adulación; pero no despuntes de aguda.

(Salen el GOBERNADOR y BENITO REPOLLO, alcalde, JUAN CASTRADO, regidor, y PEDRO CAPACHO, escribano.)

CHIRINOS.- Beso a vuesas mercedes las manos: ¿quién de vuesas mercedes es el Gobernador deste pueblo?

GOBERNADOR.- Yo soy el Gobernador; ¿qué es lo que queréis, buen hombre?

CHANFALLA.- A tener yo algo de entendimiento, hubiera echado de ver que esa peripatética y anchurosa presencia no podía ser de otro que del dignísimo Gobernador de este honrado pueblo de las Algarrobillas.

CHIRINOS.- Saludos para su señora y sus señoritos, si es que el señor Gobernador los tiene.

CAPACHO.- No es casado el señor Gobernador.

CHIRINOS.- Para cuando lo sea.

GOBERNADOR.- Y bien, ¿qué es lo que queréis, hombre honrado?

CHIRINOS.- Honrados días viva vuesa merced, que así nos honra; en fin, la encina da bellotas; el pero, peras; la parra, uvas, y el honrado, honra, sin poder hacer otra cosa.

BENITO.- Sentencia ciceronianca, sin quitar ni poner un punto.

CAPACHO.- Ciceroniana quiso decir el señor alcalde Benito Repollo.

BENITO.- Siempre quiero decir lo que es mejor, pero la mayoría de veces no acierto; en fin, buen hombre, ¿qué queréis?

CHANFALLA.- Yo, señores míos, soy Montiel, el que trae el Retablo de las maravillas. Me han enviado a llamar de la Corte los señores cofrades de los hospitales, porque no hay autor de comedias en ella, y perecen los hospitales, y con mi ida se remediará todo.

GOBERNADOR.- Y ¿qué quiere decir Retablo de las maravillas?

CHANFALLA.- Por las maravillosas cosas que en él se muestran, viene a ser llamado Retablo de las maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso, o no haya sido procreado de sus padres de legítimo matrimonio. Si no lo son, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo.

BENITO.- Ahora veo que cada día se ven en el mundo cosas nuevas. Y ¿se llamaba Tontonelo el sabio que el retablo compuso?

CHIRINOS.- Tontonelo se llamaba, nacido en la ciudad de Tontonela; hombre de quien hay fama que le llegaba la barba a la cintura.

BENITO.- Los hombres de grandes barbas son sabiondos.

GOBERNADOR.- Señor regidor Juan Castrado, esta noche se desposa la señora Teresa Castrada, su hija, de quien yo soy padrino, y, en regocijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su Retablo.

JUAN.- Eso tengo yo por servir al señor Gobernador.

CHIRINOS.- La cosa que hay en contra es que, si no se nos paga primero nuestro trabajo, no verán las figuras. ¡Bueno sería que entrase esta noche todo el pueblo en casa del señor Juan Castrado (…) y viese lo contenido en el Retablo, y mañana, cuando quisiésemos mostrarlo al pueblo, no hubiese nadie que lo viese! No, señores. Nos han de pagar lo que fuere justo.

BENITO.- Señora autora, el señor regidor Juan Castrado os pagará más que honradamente, y si no, el Concejo. (...)

JUAN.- Ahora bien, ¿contentarse ha el señor autor con que yo le dé adelantados media docena de ducados? Y más, que se tendrá cuidado que no entre gente del pueblo esta noche en mi casa.

CHANFALLA.- Soy contento; porque yo me fío de la diligencia de vuesa merced y de su buen término.

JUAN.- Pues véngase conmigo. Recibirá el dinero, y verá mi casa, y la comodidad que hay en ella para mostrar ese retablo.

CHANFALLA.- Vamos; y no se les pase de las mientes las calidades que han de tener los que se atrevieren a mirar el maravilloso retablo.

BENITO.- A mi cargo queda eso, y le sé decir que, por mi parte, puedo ir seguro a juicio, pues tengo el padre alcalde; cuatro dedos de enjundia de cristiano viejo rancioso tengo sobre los cuatro costados de mi linaje: ¡miren si veré el tal retablo!

CAPACHO.- Todos le pensamos ver, señor Benito Repollo.

JUAN.- Vamos, autor, y manos a la obra; que Juan Castrado me llamo, hijo de Antón Castrado y de Juana Macha; y no digo más en abono y seguro que podré ponerme cara a cara y a pie quedo delante del referido retablo.

CHIRINOS.- ¡Dios lo haga!

(Éntranse JUAN CASTRADO y CHANFALLA.)

GOBERNADOR.- Señora autora, ¿qué poetas se usan ahora en la Corte de fama, especialmente de los llamados cómicos? Porque yo tengo mis puntos de poeta y me pica la farándula. Veinte y dos comedias tengo, todas nuevas y estoy aguardando para ir a la Corte con ellas.

CHIRINOS.- A lo que vuesa merced, señor Gobernador, me pregunta de los poetas, no le sabré responder; porque hay tantos, que quitan el sol, y todos piensan que son famosos. Pero dígame vuesa merced, por su vida: ¿cómo es su buena gracia? ¿cómo se llama?

GOBERNADOR.- A mí, señora autora, me llaman el licenciado Gomecillos.

CHIRINOS.- ¡Válame Dios! ¿Y que vuesa merced es el señor licenciado Gomecillos, el que compuso aquellas coplas tan famosas de Lucifer estaba malo?

GOBERNADOR.- Malas lenguas hubo que me quisieron ahijar esas coplas. Las que yo compuse, y no lo quiero negar, fueron aquellas que trataron del Diluvio de Sevilla; que, puesto que los poetas son ladrones unos de otros, nunca me precié de hurtar nada a nadie: con mis versos me ayude Dios, y hurte el que quisiere.

(Vuelve CHANFALLA.)

CHANFALLA.- Señores, vuesas mercedes vengan, que todo está a punto, y no falta más que comenzar.

CHIRINOS.- ¿Está ya el dinero?

CHANFALLA.- Entre las telas del corazón.

CHIRINOS.- Pues te doy por aviso, Chanfalla, que el Gobernador es poeta.

CHANFALLA.- ¿Poeta? ¡Cuerpo del mundo! Pues dale por engañado, porque todos los de humor semejante son gente descuidada, crédula y nada maliciosa.

BENITO.- Vamos, autor; que me saltan los pies por ver esas maravillas.

(Éntranse todos.)
(Salen JUANA CASTRADA y TERESA REPOLLA, labradoras: la una como desposada, que es la CASTRADA.)

CASTRADA.- Aquí te puedes sentar, Teresa Repolla amiga, que tendremos el retablo enfrente; y, pues sabes las condiciones que han de tener los miradores del retablo, no te descuides, que sería una gran desgracia.

TERESA.- Ya sabes, Juan Castrada, que soy tu prima, y no digo más. ¡Tan cierto tuviera yo el cielo como tengo cierto ver todo aquello que el retablo mostrare! ¡Por el siglo de mi madre, que me saco los mismos ojos de mi cara, si alguna desgracia me acontece! ¡Bonita soy yo para eso!

CASTRADA.- Sosiégate, prima; que toda la gente viene.

(Entran el GOBERNADOR, BENITO REPOLLO, JUAN CASTRADO, PEDRO CAPACHO, EL AUTOR y LA AUTORA, y 

EL MÚSICO, y otra gente del pueblo, y un SOBRINO de Benito, que ha de ser aquel gentilhombre que baila.)

CHANFALLA.- Siéntense todos. Y aquí el músico. El retablo, detrás del telón.

BENITO.- ¿Músico es éste? Métanle detrás; que, con tal de no verle, daré por bien empleado el no oírle.

CHANFALLA.- No tiene vuesa merced razón, señor alcalde Repollo, de descontentarse del músico, que es muy buen cristiano e hidalgo de buena familia.

GOBERNADOR.- ¡Calidades son bien necesarias para ser buen músico!

BENITO.- Hidalgo, bien podrá ser; mas de músico...Pocas cosas trae este autor para tan gran retablo.

JUAN.- Todo debe de ser de maravillas.

CHANFALLA.- ¡Atención, señores, que comienzo!
¡Oh tú, quienquiera que fuiste, que fabricaste este retablo con tan maravilloso artificio, que alcanzó renombre de las Maravillas por la virtud que en él se encierra, te conjuro, apremio y mando que muestres a estos señores algunas de las tus maravillosas maravillas, para que se regocijen y tomen placer sin escándalo alguno! Ea, que ya veo que has otorgado mi petición, pues por aquella parte asoma la figura del valentísimo Sansón, abrazado con las columnas del templo, para derribarlo y tomar venganza de sus enemigos. ¡Tente, valeroso caballero; tente, por la gracia de Dios Padre! ¡No hagas tal desaguisado, no hagas tortilla tanta y tan noble gente como aquí se ha juntado!

BENITO.- ¡Tenga cuidado conmigo! ¡Bueno sería que, en lugar de haber venido a disfrutar quedásemos aquí hechos plasta!

CAPACHO.- ¿Lo veis vos, Castrado?

JUAN.- Pues, ¿no le había de ver?

GOBERNADOR.- [Aparte.] Milagroso caso es éste: así veo yo a Sansón ahora, como el Gran Turco; pues en verdad que me tengo por legítimo y cristiano viejo.

CHIRINOS.- ¡Guárdate, hombre, que sale un toro! ¡Échate, hombre; échate, hombre; Dios te libre, Dios te libre!

CHANFALLA.- ¡Échense todos, échense todos! ¡Hucho ho!, ¡hucho ho!, ¡hucho ho!
(Échanse todos y alborótanse.)

BENITO.- El diablo lleva en el cuerpo el torillo.

JUAN.- Señor autor, haga, si puede, que no salgan figuras que nos alboroten; y no lo digo por mí, sino por estas muchachas, que se han asustado de la ferocidad del toro.

CASTRADA.- Y ¡cómo, padre! No pienso volver en mí en tres días; ya me vi en sus cuernos.

GOBERNADOR.- [Aparte.] Basta: que todos ven lo que yo no veo; pero al fin habré de decir que lo veo, por la negra honrilla.

CHIRINOS.- Esa manada de ratones que allá va desciende de aquellos que se criaron en el Arca de Noé; unos son blancos, otros amarillentos, otros jaspeados y otros azules; y, finalmente, todos son ratones.

CASTRADA.- ¡Jesús!, ¡Ay de mí! ¡Sujétenme, que me arrojaré por aquella ventana! ¿Ratones? ¡Desdichada! Amiga, apriétate las faldas, y mira no te muerdan; ¡Por el siglo de mi abuela, que pasan de mil!

REPOLLA.- Yo sí soy la desdichada, porque se me entran sin reparo ninguno; un ratón morenico me tiene asida de una rodilla. ¡Socorro

BENITO.- Menos mal que tengo gregüescos: así no hay ratón que me entre, por pequeño que sea.

CHANFALLA.- Esta agua, que con tanta priesa se deja descolgar de las nubes, es de la fuente que da origen y principio al río Jordán. A la mujer que le toque el rostro, se le volverá como de plata, y a los hombres se les volverán las barbas como de oro.

CASTRADA.- ¿Oyes, amiga? Descubre el rostro. ¡Oh, qué licor tan sabroso! Cúbrase, padre, no se moje.

JUAN.- Todos nos cubrimos, hija.

BENITO.- Por las espaldas me ha calado el agua hasta la canal maestra.

CAPACHO.- Yo estoy más seco que un esparto.

GOBERNADOR.- [Aparte.] ¿Qué diablos puede ser esto, que aún no me ha tocado una gota, donde todos se ahogan? Mas ¿si viniera yo a ser bastardo entre tantos legítimos?

BENITO.- Quiten de allí aquel músico; si no, voto a Dios que me voy. ¡Válgate el diablo por el músico!

RABELÍN.- Señor alcalde, no la tome conmigo; que yo toco como Dios ha sido servido de enseñarme.

BENITO.- ¿Dios te ha enseñado, sabandija? ¡Escóndete; si no, por Dios que te arroje este banco!

RABELÍN.- El diablo creo que me ha traído a este pueblo.

CAPACHO.- Fresca es el agua del santo río Jordán; y, aunque me cubrí lo que pude, todavía me alcanzó un poco en los bigotes, y apostaré que los tengo rubios como un oro.

CHIRINOS.- Allá van hasta dos docenas de leones y de osos; cuidado; que, aunque fantásticos, no dejarán de dar alguna pesadumbre, y aun de hacer las fuerzas de Hércules.

JUAN.- Ea, señor autor,¿Y agora nos quiere llenar la casa de osos y de leones?

BENITO.- Señor autor, y salgan figuras más apacibles, o aquí nos contentamos con las vistas; y Dios le guíe, y no pare más en el pueblo un momento.

CASTRADA.- Señor Benito Repollo, deje salir ese oso y leones, siquiera por nosotras, y recibiremos mucho contento.

JUAN.- Pues, hija, ¿de antes te espantabas de los ratones, y agora pides osos y leones?

CASTRADA.- Todo lo nuevo gusta, señor padre.

CHIRINOS.- Esa doncella, que agora se muestra tan galana y tan compuesta, es la llamada Herodías, cuyo baile alcanzó en premio la cabeza del Bautista. Si hay quien la ayude a bailar, verán maravillas.

BENITO.- ¡Ésta sí que es figura hermosa, apacible y reluciente! ¡Hideputa, y cómo que se vuelve la mochacha! Sobrino Repollo, tú que sabes de achaque de castañetas, ayúdala.

SOBRINO.- Que me place, tío Benito Repollo.
(Tocan la zarabanda.)

CAPACHO.- ¡Toma mi abuelo, si es antiguo el baile de la Zarabanda y de la Chacona!
(Suena una trompeta, o corneta dentro del teatro, y entra UN FURRIER de compañías.)

FURRIER.- ¿Quién es aquí el señor Gobernador?

GOBERNADOR.- Yo soy. ¿Qué manda vuesa merced?

FURRIER.- Que al punto mande hacer alojamiento para treinta hombres de armas que llegarán aquí dentro de media hora, y aun antes, que ya suena la trompeta; y adiós.

[Vase.]

BENITO.- Yo apostaré que los envía el sabio Tontonelo.

CHANFALLA.- No hay tal; que ésta es una compañía de caballos que estaba alojada dos leguas de aquí.

BENITO.- Ahora yo conozco bien a Tontonelo, y sé que vos y él sois unos grandísimos bellacos; y mirad que os mando que mandéis a Tontonelo no tenga atrevimiento de enviar estos hombres de armas.

CHANFALLA.- ¡Digo, señor Alcalde, que no los envía Tontonelo!

BENITO.- Digo que los envía Tontonelo, como ha enviado las otras sabandijas que yo he visto.

CAPACHO.- Todos las hemos visto, señor Benito Repollo.

BENITO.- No digo yo que no, señor Pedro Capacho.

(Vuelve el FURRIER.)

FURRIER.- Ea, ¿está ya hecho el alojamiento? Que ya están los caballos en el pueblo.

BENITO.- ¿Que todavía ha salido con la suya Tontonelo? ¡Pues me lo habéis de pagar!!

CHANFALLA.- Séanme testigos que me amenaza el Alcalde.

CHIRINOS.- Séanme testigos que dice el Alcalde que lo que manda Su Majestad lo manda el sabio Tontonelo.

GOBERNADOR.- Yo para mí tengo que verdaderamente estos hombres de armas no deben de ser de burlas.

FURRIER.- ¿De burlas habían de ser, señor Gobernador? ¿Está en su seso?

JUAN.- Bien pudieran ser atontonelados: como esas otras cosas que hemos visto aquí. Autor, haga salir otra vez a la doncella Herodías, porque vea este señor lo que nunca ha visto.

CHANFALLA.- Eso en buen hora: ved como vuelve y hace de señas a su bailador a que de nuevo la ayude.

SOBRINO.- Por mí no quedará, por cierto.

BENITO.- Eso sí, sobrino; cánsala, cánsala; vueltas y más vueltas.

FURRIER.- ¿Está loca esta gente? ¿Qué diablos de doncella es ésta, y qué baile, y qué Tontonelo?

CAPACHO.- Luego, ¿no ve la doncella herodiana el señor furrier?

FURRIER.- ¿Qué diablos de doncella tengo de ver?

CAPACHO.- Basta: ¡de ellos es!

GOBERNADOR.- ¡De ellos es; de ellos es!

JUAN.- ¡De ellos es, de ellos el señor furrier; de ellos es!

FURRIER.- ¡Soy de la mala puta que los parió; y, por Dios vivo, que si echo mano a la espada, que los haga salir por las ventanas, que no por la puerta!

CAPACHO.- Basta: ¡de ellos es!

BENITO.- Basta: ¡de ellos es, pues no ve nada!

FURRIER.- Canalla: si otra vez me dicen que soy de ellos, no les dejaré hueso sano.

BENITO.- Nunca los confesos ni bastardos fueron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: ¡de ellos es, de ellos es!

FURRIER.- ¡Cuerpo de Dios con los villanos! ¡Esperad!

(Mete mano a la espada y acuchíllase con todos; y el ALCALDE aporrea al RABELLEJO; y la CHERRINOS descuelga la manta y dice:)

[CHIRINOS].- Qué suerte la venida de los hombres de armas; parece que los llamaron con campanilla.

CHANFALLA.- El suceso ha sido extraordinario; la virtud del retablo se queda en su punto, y mañana lo podemos mostrar al pueblo; y nosotros mismos podemos cantar el triunfo de esta batalla, diciendo: ¡vivan Chirinos y Chanfalla!